El pasado jueves 28 de junio las entidades catalanas de cooperación tomamos la decisión de encerrarnos en la Agencia Catalana de Cooperació al Desenvolupament (ACCD) para protestar por la difícil situación que atravesamos. En poco más de un año, hemos sufrido un recorte presupuestario de más del 80%. Era de esperar una reducción de fondos en esta situación, pero nadie esperaba tal ensañamiento con la solidaridad internacional, de la que tanta gala ha hecho siempre Cataluña. No es que fuéramos una comunidad que dedicáramos muchos fondos, en términos relativos, pero nos gustaba pensar que hacíamos algo cualitativamente importante, un modelo de cooperación alejado de la caridad, transformadora, que apostaba fuerte por apoyar a movimientos sociales y administraciones locales, por consolidar derechos y desarrollar otros modelos de gobernanza. En el fondo, la libertad de la cooperación descentralizada vale más que los pocos fondos que mueve.
Diecisiete horas encerrados en el hall de un edificio público dan para mucho. Sirvió para darnos cuenta del apoyo social con el que todavía cuenta una causa como la cooperación. Cientos de personas se autoconvocaron delante de la sede de la ACCD, cortando la Vía Layetana. Parlamentarios, sindicalistas, el 15M, mucha gente quiso darnos su apoyo al otro lado de los ventanales que se convirtieron, durante esas horas, en nuestra improvisada cárcel. La Delegación del Govern, con quien la ACCD comparte edificio, puso sus ridículas reglas para seguir con el pulso: prohibido acceder al lavabo, entrar alimentos y agua, y el aire acondicionado. Todo tan surrealista como que la Cruz Roja tuviera que venir a verificar la situación que se había generado. El día más caluroso del año las treinta y una persona que decidimos continuar hasta el final recordamos otros días de polvo y sudor por los caminos de tantos países del Sur. Tantas historias de sacrificio de las personas con las que habíamos tenido la suerte de trabajar y aprender, y a las que les debíamos al menos el gesto de luchar en nuestro país por sus derechos y su dignidad.
Para muchos, era la primera vez que teníamos que participar en una acción de propuesta así, pero las circunstancias mandan. Semanas atrás se nos avisó, de manera informal e imprecisa, que no había ninguna previsión de pago para los programas plurianuales comprometidos a finales del 2010 por el anterior gobierno. Algunas organizaciones pudimos parar en seco las actividades, tanto de cooperación como de educación al desarrollo. Otras, lo harán escalonadamente durante las próximas semanas. Lo más grave son los casi diez millones de euros en créditos que ya se han suscrito por parte de las entidades catalanas para seguir funcionando, y que ahora mismo, pese a las promesas de la ACCD, no tienen ninguna garantía de ser cubiertos. Esta sigue empeñada en renegociar los presupuestos, alargando los pagos hasta el 2014, aunque reconoce que los nuevos convenios que se firmen son papel mojado, ya que no tiene ningún control sobre su tesorería.
Las entidades estamos negociando con una única voz, alrededor de la Confederación de ONG de Desarrollo, Paz y Derechos Humanos, para conseguir primero un calendario creíble de pago, que pueda evitar la bancarrota del tejido asociativo. Lo más preocupante, a largo plazo, es el desmontaje de una política pública de redistribución de la riqueza que, pese a los desmentidos, los hechos están confirmando. Cuando los Mossos d’Esquadra nos desalojaron en la madrugada del viernes, todas y todos sentimos la satisfacción del deber cumplido, volviendo a las calles a defender el compromiso que nuestra sociedad tiene con los más desfavorecidos del mundo. Ninguna crisis, y menos esta estafa que vivimos, justifica romperlo.
http://blogs.elpais.com/3500-millones/2012/07/adeu-cooperacio.html