La vivienda es un derecho

Manifestación contra los desalojos indiscriminados en el Foro Urbano Mundial de Nápoles

Cuando todos los representantes de las organizaciones de la sociedad civil presentes en el VI Foro Urbano Mundial hubieron intervenido en la mesa redonda que las congregaba, le tocó el turno a la representante de UNHabitat:

 Bueno, me van a disculpar, pero me he dejado los auriculares en otra reunión y no he podido entender mucho de lo que decía, sólo a los que hablaban en inglés. Pero veo que están muy interesados en establecer alianzas para trabajar y en eso coincidimos. Tengo el placer de anunciarles que hemos llegado a un gran acuerdo con Coca-Cola para que apoye nuestras actividades.

La anécdota ilustra el desencuentro alrededor de la cuestión del territorio y, especialmente, de la vivienda. UNHabitat y las grandes agencias multilaterales buscando cómo apuntalar, con cualquier marca de gaseosas, un sistema de acceso a la casa y una relación con el medio que han entrado en una crisis profunda, tal y como denuncia la sociedad civil.

Como dice Raquel Rolnik, Relatora Especial de Naciones Unidas para el derecho a una vivienda adecuada, el problema central es que la vivienda ha sido convertida en un activo financiero, y buscar soluciones para que todo el mundo acceda al crédito y pueda poseer una vivienda no hace más que alimentar la subida de los precios en el mercado inmobiliario. Y en este Foro sigue sin abordarse oficialmente ese enfoque para resolver un problema que comparten millones de personas en el mundo y que en España nos ha llevado a una situación dramática y ridícula: existiendo 5,6 millones de viviendas vacías (el 20% del total), se producen más de 500 desalojos diarios, por culpa de la política crediticia de la pasada década.

Es evidente que el negocio inmobiliario y el ansia de acumulación de capital han dictado las políticas públicas en casi todas partes, imponiendo la propiedad privada como la única vía de acceder a la vivienda. Sociológica, económica o legalmente, cada vez se nos obliga a pensar en esa como la única manera, cuando la verdad es que existe multitud de formas de acceso. En Portugal, la troika decretó la liberalización total del mercado de vivienda; en Estambul, el gobierno municipal se inventó una ley para obligar a comprar sus viviendas a todos aquellos que vivían de alquiler; y en España nos cambiarán pronto la ley de alquiler para hacerlo más inseguro de cara a los inquilinos.

En Nápoles, sin embargo, hemos visto experiencias de acceso comunitario en todos los continentes, que en cualquier caso se apoyan en una participación activa de la población en la construcción de sus hogares, barrios y ciudades. Porque cuando hablamos de la vivienda, debemos hablar de la ciudad: sin espacios públicos o servicios básicos, sin acceso a todas sus oportunidades económicas o culturales, no se entiende esta. Como tampoco se entiende sin una mirada más allá de sus límites: cada vez es más evidente que sin una alianza con el mundo rural no hay manera de construir ningún futuro urbano.

El derecho a la vivienda es en realidad la seguridad para acceder a ella, y sin ese enfoque y su aplicación práctica, nuestros techos y calles están totalmente en manos de las dinámicas del mercado. Las políticas públicas deben democratizar política y territorialmente el hábitat.

No hace falta tenerlas, la casa y la ciudad, pero es imprescindible disfrutar de ellas. ¿Qué queremos, tener o habitar? Ese espejismo de la posesión, urdido por los intereses privados, nos ha empobrecido y es urgente construir otras vías, partir de otras miradas, enfocadas en lo que realmente importa, vivir en un hábitat digno y equitativo.

Miquel Carrillo, 09/09/2012

http://blogs.elpais.com/3500-millones/2012/09/viviendas-vacias-y-deshaucios.html

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