Publicat originalment en català a Crític
Seamos francos, bajo las siglas ‘ONG ‘ hay probablemente más variedad que bajo la denominación de empresa. Personales e intransferibles, asamblearias, ‘washing machines’ de la sostenibilidad insostenible, máquinas de reciclar la ropa usada de una metrópoli en veinte y cuatro horas, rojas, azules, serias y divertidas. De todo. Así que ya te esperas cualquier cosa, y que el personal generalice y hable ‘al pedo’ de lo que hacen y deshacen, forma parte del oficio.
Pero ves a la compañera Mariona de Intermón en la tele, muchos años después de coincidir con ella a las reuniones de la coordinadora de ONG en Madrid (os hablo de los tiempos en que el agua no era un derecho humano), y sorprende. Sorprende verla allí en la pantalla, hablando bajo el paraguas protector del buque insignia de la banca ‘más de casa’ y de su flamante campaña publicitaria, para demostrarnos el corazón tan grande que tienen ayudando a los que ayudan a solucionar los problemas del mundo. ‘Hostia, Mariona, tú no, vosotros no’.
Empiezas a hablar solo, los niños te mira como cuando te diriges al señor colegiado porque está cometiendo una flagrante injusticia sobre el césped. Pero si tú sabes que continúan invirtiendo en empresas que hacen armas (o los chips que las guían a su destino, no importa). Si conoces que son propietarios de petroleras que les interesa lo del cambio climático tanto como los derechos de los indígenas (considérese la gente de Canarias como tal a todos los efectos) que viven encima de sus pozos. Pero si ya te han dicho que son propietarios de empresas que cortan la luz y el gas a la gente que no puede pagar o hacen negocio de la asistencia médica, por no hablar de preferentes y desahucios. ¿De verdad crees, Mariona, que vale la pena poner la cara para continuar haciendo caridad? Porque, nota del traductor, cuando la cooperación no tiene más aspiraciones que poner paños calientes (que también se han de poner, no me confunda) se llama así, caridad, cristiana, musulmana, rollo pop Hombres G o punky, que de todo hemos visto últimamente.
La miro una y otra vez, también en el cine días después, porque estos animistas de la banca tienen para gastar en publicidad y el bombardeo mediático es implacable, y quiero descubrir un rictus de incomodidad en su rostro, como cuando explicas a los financiadores lo que quieren oír, pero tú sabes que en realidad no va a ninguna parte. Sí, también he visto la campaña que habéis hecho, que está muy bien, os felicito, para denunciar lo de los papeles de Panamá y que la caña al final la pagamos entre todos. Mariona, puede que no lo supieras, esto empieza a ser ya como juzgar los periodistas que trabajan e intentan hacer lo mejor que pueden su trabajo en (antiguos grandes) medios en decadencia, pero es demasiada coincidencia. Los de esta fundación que dicen que sois imprescindibles, y quiero pensar que lo sois, son el sistema que ha creado todos los Panamás del mundo, que no cree en nuestros derechos sino en sus oportunidades de negocios, que crea y mantiene partidos, medios, Casas Reales y lo que haga falta. ¿Qué pasa, que a ti no te cobran comisiones cada vez que respiras delante de un cajero, Mariona? Olvida los gurús del buenrollismo, la coherencia empieza por nuestra caja, era tan sencillo como eso, no se puede poner la cara y convertirse en una pieza más del marketing de lo que queríamos (¿queremos?) cambiar. Claro que la calle no nos espera, claro que no movilizamos a nadie más que a aquellos que ni recuerdan que domiciliaron su cuota tiempo atrás.
Cuando los niños salen del cole, donde ellos mismos les han hecho una clase para educarlos en las bondades del sistema y captar futuros clientes, ponen la tele y sales tú. Quien apoya los imprescindibles, es imprescindible, silogismo irrebatible, todo encaja, todo bajo control en un plazo fijo de rentabilidad asegurada. De las otras, sinceramente, me lo podía esperar, pero de ti, no, Mariona. ¿Qué habéis hecho con vuestra alma?